Al principio, estaba EC.
EC Comics, o lo que es lo mismo: una línea de comic-books soberbiamente morbosos y producidos de modo exquisito publicada a principio de los años 50, que incluye títulos como Tales from the Crypt, Vault of Horror o Crimen SuspenStories. Los relatos que incluía, de no más de ocho páginas cada uno por lo general, eran a menudo grotescos, normalmente violentos, y casi siempre ingeniosos, imbuidos de un sentido del humor negro sencillamente irresistible para aquellos que estaban cansados del patético material que aparecía en la mayoría de cómics de la época. Colaborando con el editor William M. Gaines había un increíble elenco de talentos creativos, entre los que estaban Frank Frazetta, Jack Davis, Wallace Wood, Al Williamson y Graham Ingels. Un repertorio de artistas de gran calibre que realizaron aquí algunos de sus mejores trabajos, alcanzando la categoría de leyendas del cómic.
Lo que diferenciaba a EC de otras editoriales de comic-books era la astuta sofisticación de sus historias, la calidad suprema del producto y ese macabro y retorcido sentido del humor... oh, y el hecho de que las historias fueran increíblemente (a menudo maravillosamente) espantosas, sangrientas y de un manifiesto coraje. ¿Acaso es de extrañar que los todopoderosos de la industria, reaccionado ante los gritos de censura de la cruzada anticómic liderada por el Dr. Fredric Wertham y sus seguidores, se unieran para crear el Comics Code Authority, urdido sobre todo para clausurar la descaradamente subversiva Entertaining Comics? No nos olvidemos: era la opresiva “Caza de Brujas” de los años 50 de McCarthy, y su persecución a los rojos y la paranoia impregnaron el aparentemente autosatisfecho ambiente. A mediados de los años 50, neutralizaron la empresa de Bill Gaines y este dejó los cómics para publicar exclusivamente la revista Mad, provocando que este medio de expresión artística perdiera mucha vitalidad y energía, y que languideciera en una monotonía sin inspiración que duró 10 años... hasta que apareció un empresario editorial llamado James Warren.
Ambicioso, intrigante y soñador, Warren siempre tuvo en mente el altísimo listón dejado por EC. Fan de los cómics desde su infancia en Filadelfia (The Spirit, de Will Eisner, era su favorito), este editor inconformista ya había provocado un notable impacto en la cultura americana con la presentación de la revista sobre películas de terror hechas en Hollywood Famous Monsters of Filmland en 1957, junto al editor Forrest J. Ackerman, publicación que en sus primeros años fue todo un éxito de ventas. Warren sentía repugnancia por la insipidez preadolescente y la simpleza que inundaba la industria del cómic de la época, y soñaba con crear un título de gran impacto, pero más allá de las agobiantes normas del Comics Code, lejos de los pasmosos adornos del género de los superhéroes. ¿Por qué no hacerlo, entonces, al indómito modo de Warren?
A principios de los años 60, Warren ya había publicado Help!, una revista de humor editada por el mayor genio creativo de EC, Harvey Kurtzman, que incluía algunas páginas de cómic (incluyendo la incipiente obra de Robert Crumb y Gilbert Shelton, entre otros futuros dibujantes underground), y el primer número de Monster World, una efímera revista compañera de Famous Monsters of Filmland, que incluía cómics de Wallace Wood: adaptaciones de antiguas películas de monstruos de la Universal. Echando la vista atrás, un resurgir del estilo EC en blanco y negro parecía casi inevitable...
Aunque los precisos orígenes de Creepy en 1964 son un poco complejos, con el artista y escritor Larry Ivie a cargo de la conceptualización, el editor, artista y escritor Russ Jones favoreciendo una reunión de los antiguos artistas de EC (con la ayuda de Al Williamson) y el artista Joe Orlando haciendo al principio labores de edición, existen pocas dudas de que la mayor causa del impacto creativo de los primeros años (una verdadera edad de oro para las revistas de cómics de Warren) fue la administración del incombustible fan de EC Archie Goodwin, escritor magnífico (y también dibujante notable) cuyo trabajo durante los años iniciales de Creepy y su revista hermana Eerie le reafirmaría como uno de los mayores editores de la historia del cómic.
Archie Goodwin nació en Kansas, Misuri, en 1937, aunque su familia se estuvo trasladando continuamente por el área de la frontera de Kansas/Misuri durante su infancia. Los Goodwin se instalaron finalmente en la ciudad de Oklahoma, donde el adolescente Archie se convirtió en un ferviente fan del cómic, en especial de los títulos de EC. A pesar de las objeciones de su padre, el joven estaba decidido a hacer carrera en el mundo del arte, por lo que se trasladó a Nueva York para matricularse en la Cartoonist and Illustrators School (que terminó llamándose School of Visual Arts en la época en que Goodwin estudiaba). Mientras estudiaba en la SVA, Goodwin conoció a Larry Ivie y Paul Davis, que también eran fans de EC, y juntos produjeron Hoohah, un fanzine dedicado a los títulos de Entertaining Comics. Ivie, quien posteriormente trabajaría en la primera época de Creepy, presentó a Goodwin al artista Al Williamson, quien se convertiría en colaborador habitual de Archie en años posteriores. El trabajo en los cómics de las grandes editoriales escaseaba a principios de los años 60, y quizá consciente de que su aptitud para la escritura tenía más posibilidades de pagar las facturas que su idiosincrásico (y elaborado) estilo de dibujo, Goodwin se unió a la plantilla de Redbook, una ingeniosa revista femenina. Fuera de su horario, el joven Archie colaboraba como freelance para Leonard Starr, dibujante de la tira cómica de prensa On Stage, y ocasionalmente escribía ficción en prosa, incluyendo historias para Ellery Queen Mystery Magazine.
Goodwin comenzó como escritor en Warren Publishing después de ser recomendado (junto con Ivie) por Williamson al primer editor de Creepy, Russ Jones, y al director editorial Jim Warren. “Éramos rápidos y baratos. Así que nos utilizaron... Era una especie de juego, escribir rápidamente un guión de Warren por la noche”, le relataría más tarde Goodwin a Steve Ringgenberg en Comic Journal. Jones no tardó en dejar las labores de edición, y para el cuarto número de Creepy Goodwin ya había tomado el timón (aunque había trabajado como editor de historias desde el número 2), convirtiéndose en editor jefe de Creepy (números 4-17), así como de Eerie (números 1-11), y de los cuatro números de Blazing Combat, la celebérrima (y vergonzosamente efímera) revista de Warren de cómics antibelicistas, antes de renunciar al puesto en 1967.
El gran editor confió a Ringgenberg el secreto de su éxito en la pequeña casa editorial: “Más o menos pretendía hacer lo que había oído que hacían en EC, donde intentaban confeccionar los guiones adecuados a cada artista”. Pero había algo más en el extraordinario éxito de Goodwin como editor en Warren: el efecto que provocaba su generosa personalidad en los artistas (y la fe de editor en sus habilidades, demostrada por la libertad que les otorgaba), una influencia que infundió lealtad y devoción a los trabajadores freelance, ya que Goodwin utilizaba con ellos una discreta persuasión y a menudo permitía un amplio criterio en su forma de abordar el material. Aún hoy, una década después de su muerte en 1998, se considera a Goodwin como una de las personas más agradables con las que se podía trabajar en el mundo del cómic americano, aparte de uno de sus mejores editores. Los artistas que se encontraban bajo la dirección de Goodwin, a menudo menospreciados y rechazados por otros editores del mundo del cómic tradicional, hacían cualquier cosa para darle las gracias a su querido editor, y su afecto quedó brillantemente patente en la página impresa.
Los primeros números de Creepy y Eerie (que salieron a la venta en 1965) contenían simple y llanamente algunos de los mejores cómics de terror jamás publicados. Sí, las historias de Goodwin a menudo rendían homenaje a los antiguos cómics de EC (por ejemplo, solían ser narrados por los presentadores tío Creepy y primo Eerie, similares al Guardián de la Cripta y la Vieja Bruja de EC), y los finales con sorpresa al estilo de Gaines y Feldstein o de O. Henry eran lo habitual... pero las revistas de terror de Warren eran algo más que un pastiche de una línea de cómics de-saparecida. Los guiones y dibujos eran menos densos que su inspiración de los años 50, visualmente más frescos, debido quizá a la austera presentación en blanco y negro, y la calidad del dibujo era a menudo sublime, presentado a gran tamaño gracias al formato revista. Steve Ditko, Alex Toth, Neal Adams, Gray Morrow, Jerry Grandenetti y muchos otros produjeron algunas de sus mejores obras para Warren, a menudo simplemente para impresionar a su jefe, el muy respetado “editor de los artistas” Archie Goodwin.
¡Y qué mejor evidencia que lo que tienes entre las manos, los cinco primeros números de la revista original Creepy! Aquí encontrarás un trabajo excelente, material deliciosamente terrorífico y guiones llenos de vitalidad. Y mientras tú, amable lector, te zambulles en esta diabólica obra maestra de lo macabro, debes considerar durante un instante lo arriesgados que estos relatos fueron en su día, ya que al mismo tiempo que mostraban reverencia a los cómics de EC, las revistas de terror en blanco y negro de Warren eran algo completamente original, algo fresco y formidable, historias dignas de ser recordadas y, sí, recopiladas...
Oh, y antes de terminar, por favor, tomad nota de alguna divertida anécdota relativa a los cuentos de terror que leeréis a continuación...
De especial fama (¿o es infamia?) es el relato Una historia de éxito, del número 1 de Creepy, escrito por Archie Goodwin y hábilmente dibujado por Al Williamson. La leyenda dice que se basa en la vida de un artista real de tiras de prensa, Don Sherwood, quien, según George Evans y otros, utilizaba demasiado a los llamados artistas “fantasma” (colaboradores creativos entre bastidores que no recibían pago alguno). El relato, una crítica mordaz de esa práctica lamentablemente común en el mundo del dibujo que consiste en firmar el trabajo de otro, se basa presuntamente en Sherwood (retratado aquí como el artista de tiras de prensa “Baldo Smudge”) y su tira diaria, Dan Flagg. Al Williamson, famoso por utilizar referencias fotográficas, parece haber utilizado el aspecto de Archie Goodwin y los artistas Angelo Torres y Alden McWilliams en esta historia, dejando el suyo propio como modelo para Smudge. No debería sorprender a nadie que todos estos creadores, también colaboradores de Warren, trabajaran sin salir en los créditos en Dan Flagg. Aah... ¡dulce venganza...!
El hombre lobo, en el número 1, sería la última historia de cómic que ilustraría el gran pintor de lo fantástico Frank Frazetta, y el relato incluye la excepcional aparición del presentador “Julius”, quien aparentemente fue concebido para presentar la revista junto al tío Creepy. Frazetta se convertiría en un pintor de portadas mundialmente reconocido, en particular por la serie de novelas de Conan de Lancer.
Joe Orlando, antiguo colaborador de EC y habitual artista de la editorial Warren (firma cinco relatos en este volumen), trabajó como editor de historias para los primeros números de Creepy, y en realidad fue la elección inicial de James Warren para editor de la revista y acudió a reuniones editoriales durante un tiempo. Orlando llegaría a unirse a DC comics como editor a finales de los años 60 para fundar y editar con pericia su propia exitosa línea de cómics de misterio (House of Mystery, House of Secrets, etc.), sin duda alguna influenciada por EC y las revistas de terror de Warren.
En el cuarto número de Creepy apareció la historia Reunión de monstruos. Escrita por Goodwin y dibujada por Angelo Torres (antiguo artista de EC que más tarde adquiriría un amplio reconocimiento por su trabajo en la revista Mad, haciendo sátiras televisivas y cinematográficas), sería, siguiendo la gran tradición de muchos cómics, el origen de (¡argh!) nuestro querido tío Creepy.
Yo mismo he tenido un interés tanto profesional como personal por estas revistas de Warren. Como sabréis, allá en el año 2001, junto con mi colega galés sabelotodo David A. Roach, edité el libro definitivo sobre la editorial, The Warren Companion. Ese tomo fue un trabajo hecho con verdadero amor, especialmente porque allá por los comienzos de la segunda mitad de los años 70, cuando la línea atravesaba su segunda era dorada, yo estaba loco por Creepy y Eerie. Y, como asistente de las convenciones de Phil Seuling del 4 de julio en la ciudad de Nueva York, tenía sencillamente un terror reverencial ante la perspectiva de conocer a los talentos detrás del terror, especialmente a la dinamo humana, James Warren. Era cuando en el eslogan de la compañía se leía: “No somos grandes, somos buenos”, y las revistas presentaban el mejor trabajo en su campo, sin excepción.
Hoy en día considero a Jim Warren como un gran y verdadero amigo, una auténtica figura paterna que me ha apoyado de más maneras de las que uno podría imaginar, y cuyas contribuciones al mundo del cómic jamás han sido suficientemente reconocidas. Solo puedo esperar que con esta magnífica reedición de lo mejor de Warren Publications, gane muchos, muchos más admiradores. Va por ti, jefe.
Y eso es todo... algunos jugosos cotilleos y un poquitín de percepción personal sobre estos sorprendentes números de Creepy, y la esperanza de que este volumen sea el primero de una larga serie. Aunque no todas las historias publicadas en la línea de cómics en blanco y negro de Warren alcanzan los niveles de calidad que encontrarás en este volumen, hay muchas, muchas excelentes historias por descubrir creadas durante los casi 20 años que duraron Creepy y Eeire. Gracias a Jim Warren, Archie Goodwin y todo un elenco de talentos asombrosos, tú, fan del terror, estás a punto de darte un terrorífico festín. Así que... ¡pasa la página de una vez!
Jon B. Cooke